DE LITERATURA Y CIBERESPACIO
Vivimos en un mundo aberrante y descorcentante. Todo se vuleve dinámico, no hay tiempo para asimilarlo todo. El mundo de la información nos desvorda. Es imposible captarlo todo. Siempre se nos escapa algo. Es la paradoja de la desinformación: creemos que lo tenemos todo, que sabemos mucho, pero no estamos más que suspendidos en medio de un gran vacío, pues los sentimientos se obvian.
Nos encontramos solos, como en Matrix, aislados unos de otros. La sociedad nos dirige a llí donde quiere que vayamos.
El mundo está loco.
Y te das cuenta de la importancia que tienen algunas cosas. Sobre todo cosas del pasado. La vida nos ha separado. La vida nos trae recuerdos, a veces, en formas muy imprevisibles, como sueños o recuerdos involuntarios.
Eso es lo que verdaderamente importa.
Nuestra amistad inquebrantable y eterna. Indiferente a los cambios externos. Somos un búnker.
Y la bohemia. Siempre ahí, recordándonos que tansólo soomos humanos. La bohemia no solo es del artista, es de todo aquel que sienta un poco de sensibilidad por la realidad circundante.
Por eso me gusta el ciberpunk. Creo que es la adapatación del esperpento a los tiempos hipermodernos de Giles Lipovetsky, pues punk significa marginado, al igual que el bohemio.
La naranja mecánica es la Luces de Bohemia del ciberpunk. Tenemos un mismo escenario, unos mismos personajes desencantados con su mundo, pero que realizan actividades que desembocan en un mismo fin: la deshumanización o lo grotesco, el esperpento.
Me ha encantado esta velada por madrid. La noche de Max Estrella, donde los espejos cóncavos cobran protagonismo a la luz de la luna.
